“Tu hijo, Agustín, también se descarrió… Inspírame para comportarme de manera que no aumente la distancia…”

Santa Mónica, amantísima madre del gran santo Agustín de Hipona —Padre y Doctor de la Iglesia— tenía mucha tarea con su hijo, que era un estudiante brillante y también un joven hedonista, padre de un hijo fuera del matrimonio a los 19 años.

Mujer cristiana casada con un pagano, Mónica observaba el camino de su hijo y rezaba fervorosamente por su conversión a Cristo.

Durante muchos años, rezó para que el corazón y la mente de Agustín se abrieran por fin, por que tuviera un auténtico encuentro con Cristo y así fuera reformado y reorientado hacia la voluntad de Dios.

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