Homilías Pastoral Castrense
- Mons. Raygoza preside misa en la Capellanía Militar ante las reliquias del Beato Carlos de Austria, “Emperador de la paz”, en el centenario de su muerte.
- “La paz inicia en el corazón de cada persona, en las familias unidas y en una sociedad comprometida”. Padre Jorge Reyes, capellán miliar de la Arquidiócesis de México
El conflicto armado entre Rusia y Ucrania y el incremento de la violencia en México, motivaron a la familia militar a reunirse este 1 de abril en la Parroquia Cristo de la Paz, sede de la pastoral castrense, para reflexionar y orar por la paz.
Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, presidió la ceremonia en la que estuvieron expuestas las reliquias en primer grado del beato Carlos de Austria, que este día se conmemoran cien años de su muerte.
Al inicio de la ceremonia, Mons. Raygoza recordó que el beato Carlos es conocido como el “Emperador de la Paz” quien tuvo como guía de su vida la frase: “El deber más sagrado de un rey es el compromiso por la paz”. Dijo que fue un ejemplar esposo, padre familia, militar y emperador, siendo el único político que apoyó los esfuerzos de paz del papa Benedicto XV ante la II Guerra Mundial.
Agregó que es muy significativo que esta ceremonia se realice en la parroquia Cristo de la Paz, que es la parroquia de las fuerzas armadas de México. “Mis más alta consideración a la familia militar, a la familia civil, a Don Carlos Felipe de Habsburgo-Lorena y su esposa Doña Annie-Claire de Habsburgo-Lorena, nietos del beato Carlos, y que nos acompañan en este día”.
En su homilía, mencionó que en un contexto de violencia, soberbia, arrogancia, de tantos asesinatos demoniacos y una falta absoluta de respeto a la vida, es esperanzador ver al beato Carlos, constructor y promotor de la paz, un buen padre de familia y esposo comprensivo a quien el papa san Juan Pablo II beatificó por su vida ejemplar y enorme esfuerzo por la paz en plena II Guerra mundial.
Al final de la celebración el Padre Jorge Reyes de la Riva, capellán militar de la Arquidiócesis de México, invito a Mons. Raygoza y familia Habsburgo-Lorena, a firmar el libro de visitas; agradeció su presencia y dijo: “Es muy significativo, que en la Iglesia de las Fuerzas Armadas en México, se tenga un momento de reflexión y misa por la paz en Ucrania, Rusia y el mundo entero, por intercesión del Beato Carlos de Austria. Recordemos que la paz inicia en el corazón de cada persona, en las familias unidas y en una sociedad comprometida con su educación y formación espiritual”.
La ceremonia completa se puede ver en: https://fb.watch/c8fMUUYkCo/
Biografía del beato Carlos de Austria: https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20041003_charles-austria_sp.html
Homilía pronunciada por el M.I. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, Capellán General Militar – Párroco Personal Castrense con motivo del Homenaje de la Familia Militar a Santa María de Guadalupe, en el Día del Ejército Mexicano.
19 de febrero de 2022
¡Salve, María!
¡Madre del verdadero Dios por quien se vive y Madre de los mexicanos!
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos en Cristo Jesús, saludo con afecto y con respeto a los miembros del Instituto Armado en activo y retirados, de nuestro país, del ejército de tierra, de mar, de aire y a la guardia nacional, a sus familias y derechohabientes.
El Santo Padre, el Papa Francisco, nos recuerda la importancia de ayudar a “esa porción particular del Pueblo de Dios” que son los miembros de las fuerzas armadas. Los Ordinarios y Capellanes militares, debemos atender la misión de formar las conciencias y trabajar fuertemente, para que las normas del derecho internacional humanitario, sean aceptadas en el corazón de quienes nos han sido confiados. Partiendo del derecho Constitucional, contenido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que declara: “que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no afecte a nadie”, y el Estado Mexicano, tiene el deber de velar y promover ese derecho. La religión en México como factor en el desarrollo y seguridad nacional; México es grande, gracias a dos grandes instituciones que han forjado patria: “la Iglesia y el Ejército”, “el Ejército y la Iglesia”.
De acuerdo con el mandato del Señor, tenemos la responsabilidad de enseñar el Evangelio, pero también de vivirlo, a fin de instaurar un Reino de amor, de justicia y de paz.
San Juan Pablo II, hijo de militar polaco, el 21 de abril de 1986, promulgó la Constitución Apostólica Spirituali militum curae. Se trata de un documento magisterial que nos anima, inspira y orienta sobre la atención espiritual a la familia militar, a partir de dos valores fundamentales: el Valor de la persona y el Valor de la paz.
¡Salve, María Madre del Verbo!
La Palabra encarnada en tu vientre virginal, es la Palabra que el Padre nos ha enviado para nuestra salvación. Hemos escuchado en el Santo Evangelio, precisamente la exhortación del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo” (Mc 9, 7).
Y es que el Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6); quien nos enseña a amarnos unos a otros (cf. Jn 15, 12); quien nos hace “partícipes de su naturaleza divina” (2 P 1, 4).
La persona humana, en ejercicio de su inteligencia y su libertad, está abierta al auténtico acto humano de creer. Nuestra responsabilidad como Capellanes Castrenses o militares, es dejarnos guiar por las orientaciones de Spirituali militum curae, para procurar que los fieles cristianos ejerzan ese derecho a creer, pues las personas a las que se dirige nuestra acción pastoral no dejan de ser fieles de la Iglesia.
Poniendo en primer lugar a las personas, tenemos una tarea muy específica: la formación y acompañamiento espiritual de los militares y de sus familias; el itinerario de la iniciación cristiana y el camino vocacional; la madurez de la fe y el testimonio; la fraternidad; y, finalmente, la vida de oración litúrgica y no litúrgica, apropiada al ambiente y condición de vida de los militares.
Nuestro mundo vive un escenario lleno de cambios, debido a la enfermedad, a los conflictos y desigualdades; también a los avances tecnológicos y a la inmediatez en la información; y pone a prueba la actualidad del anuncio del Evangelio y de nuestras acciones pastorales en la iglesia, pero siempre tenemos como centro el valor de la persona y la dignidad a la cual nos ha elevado Cristo, Verbo encarnado.
¡Salve, María Reina de la paz!
Tu Hijo, “Príncipe de la paz” por la sangre de su cruz “dio muerte al odio en su carne” (Ef. 2, 16).
El valor de la paz es de importancia fundamental en la Constitución Spirituali militum curae: aquellos que prestan servicio militar pueden considerarse “servidores de seguridad y libertad de los pueblos”, porque “mientras desempeñan correctamente esta función contribuyen realmente al establecimiento de la paz” (GS, 79).
Los pastores que se dedican a este servicio como Obispos y capellanes castrenses o militares, también debemos considerarnos auténticos expertos y maestros de la paz y el perdón; contribuimos de esta manera a la construcción de la paz en el mundo.
En nuestra tarea misionera, realizamos la evangelización como primera tarea, anunciando y testimoniando a Cristo y promoviendo en todos los ambientes y culturas su Evangelio de paz y amor.
Incluso dentro del mundo militar, la Iglesia está llamada a ser “sal”, “luz” y “levadura”, para que las mentalidades y las estructuras estén cada vez más plenamente orientadas a la construcción de la paz, es decir, al orden diseñado y querido por el amor de Dios.
¡Salve, María Madre de la Iglesia!
Bajo tu amparo, la Iglesia seguirá ofreciendo su servicio a la formación de la conciencia de la familia militar, con la certeza de que la Palabra de Dios y el servicio de la caridad y la verdad, producirán frutos a su tiempo.
Te pedimos que intercedas ante Dios, para que envíe trabajadores a la mies: presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, así como laicos, que colaboren activa y responsablemente con los pastores, a fin de atender las necesidades espirituales de los militares y sus familias.
Como Iglesia reunida en oración, ponemos también bajo tu manto a los miembros del ejército mexicano para que, sin olvidar su objetivo, les animes y ayudes a cumplir la tarea que el pueblo de México y el Estado les ha confiado: defender la seguridad del propio pueblo y edificar y mantener la paz entre las naciones, salvaguardando al mismo tiempo el orden, la justicia y la convivencia entre los ciudadanos.
Queridos hermanos y hermanas miembros del instituto armado, quiero agradecer su valiente labor de pacificación de nuestra patria.
Gracias también por la ayuda que prestan, sin preocuparse por los riesgos que ello implica, cuando hacen presente a Cristo y llevan a cabo el Plan DNIII-E, el Plan Marina y el Plan Guardia Nacional, llevando la ayuda solidaria a la población civil en desgracia.
Quiero hacer un reconocimiento una vez más, a todo el personal de sanidad militar y naval, que han atendido a nuestros enfermos desde el inicio de la pandemia y hasta el día de hoy.
Agradezco a nuestros estudiantes del sistema educativo militar, aéreo y naval, nuestros cadetes, hombres y mujeres jóvenes, que con generosidad dejando su hogar y su familia, han querido seguir la carrera del servicio a México desde la actividad castrense.
Gracias a todos por las ceremonias cívicas y desfiles militares.
Gracias por más de 109 años de lealtad institucional, “siempre leales”.
Gracias por su trabajo en la mayoría de las veces callado y sofocado, de entrega y generoso compromiso de servir a Dios en el prójimo en la patria.
Gracias a los esposos y esposas, hijos e hijas de los miembros de las fuerzas armadas que, con un corazón generoso, comparten a su cónyuge, a su padre o a su madre para el servicio de la patria.
Como Iglesia, seguimos comprometidos a trabajar por la construcción de la paz, unidos a nuestros pastores y con la guía del Espíritu Santo, enmarcados en el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 de la CEM, donde una de las seis opciones pastorales es la construcción de la paz; siguiendo con fidelidad la guía del Papa Francisco.
¡Salve, María!
Vuelve tus ojos misericordiosos y muéstranos a Jesús.
A tus pies pedimos por las hermanas y hermanos, miembros del ejército, que han fallecido en el cumplimiento de sus obligaciones castrenses, que han pagado con su propia vida la fidelidad a la misión. Olvidándose de sí mismos, han prestado un servicio a nuestra patria inestimable, siguiendo el ejemplo del sacrificio de tu Hijo.
A tus pies ponemos nuestras ofrendas, nuestro diario trabajo en la pastoral castrense y pedimos a Dios por nuestras necesidades de ésta querida familia militar, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Un saludo particular dirijo a mi General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; a mi Almirante Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; a mi General de División D.E.M., Eufemio Alberto Ibarra Flores, Comandante del Ejército Mexicano; a mi General de División Piloto Aviador D.E.M. Aéreo, José Gerardo Vega Rivera, Comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, y a mi General de Brigada D.E.M., Luis Rodríguez Bucio, Comandante de la Guardia Nacional.
Hoy, 19 de febrero de 2022, día del ejército, peregrinamos como familia militar a este histórico Santuario de Santa María de Guadalupe, para celebrar el gozo de la salvación que nos ha llegado por su Hijo Jesucristo, Rey de justicia y de paz.
Quiero expresar mi gratitud al Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, así como a sus Obispos Auxiliares, por el apoyo que brindan a la labor pastoral de la Parroquia Personal Castrense de la Arquidiócesis de México, la cual preside su servidor en la caridad, haciendo presente al Sr. Cardenal Arzobispo de México.
Enviamos también nuestro aprecio y oraciones a Mons. Ruy Rendón Leal, Arzobispo de Hermosillo y responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM y a mis hermanos presbíteros “capellanes militares” que atienden espiritualmente en México a los miembros de las fuerzas armadas y a sus familias.
¡Salve, María Madre de Dios!
Tu Hijo Jesucristo, nuestro Redentor y Señor ha enviado a sus discípulos diciendo: «Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo» (Mt 28,19-20).
Este mandato de nuestro Señor sigue siendo la guía pastoral de la Santa Iglesia. Tenemos la responsabilidad de salir y enseñar las verdades de la fe y de acercar a todos los hombres y mujeres a Cristo.
Homilía de Navidad 2021,
pronunciada por el M.I. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, Capellán General Militar, Párroco Personal Castrense.
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos en Cristo Jesús, saludo con afecto y con respeto a los miembros del Instituto Armado de nuestro país, del ejército de tierra, de mar, de aire y a la guardia nacional, a sus familias y derechohabientes.
Un saludo particular dirijo a mi General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; a mi Almirante Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; a mi General de División D.E.M., Eufemio Alberto Ibarra Flores, Comandante del Ejército Mexicano; a mi General de División Piloto Aviador D.E.M. Aéreo, José Gerardo Vega Rivera, Comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, y a mi General de Brigada D.E.M., Luis Rodríguez Bucio, Comandante de la Guardia Nacional.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños (Lc 2, 8).
Hemos escuchado esta narración evangélica acerca del nacimiento de Jesús y, entre los muchos detalles que presenta, a veces pasa inadvertido un dato sobre los pastores que nos puede ayudar mucho, particularmente en nuestro tiempo. Ellos son los primeros que reciben el anuncio de que ha nacido Jesús.
Siempre se ha interpretado que este privilegio de haber recibido la noticia de tan gran acontecimiento para la humanidad fue dirigido a hombres sencillos, del campo, pastores que cuidaban sus rebaños y normalmente ahí nos detenemos, este aspecto es importante, pero si nos fijamos bien, en la descripción dice: había unos pastores, por tanto, no eran los únicos, había muchos más, pero estos pasaban la noche en el campo.
No todos los pastores pasan la noche en el campo, sino aquellos que aman su rebaño, que lo quieren, aquellos pastores que están pendientes en el momento más riesgoso para sus ovejas de que aparezca el lobo, o coyotes, o algún otro animal que buscan qué comer y encuentran en el rebaño su satisfacción.
A ejemplo de aquellos pastores, los miembros del Instituto Armado de nuestro país, deben de continuar con la ayuda de Dios “General de generales”, siendo buenos pastores, que están pendientes de las nuevas “ovejas”, de los ciudadanos hombres y mujeres de nuestra patria México: defendiendo la soberanía y la paz nacional.
Gracias por su valiente labor de pacificación de nuestra patria, gracias por la ayuda que prestan, sin preocuparse por los riesgos que ello implica cuando hacen presente a Cristo y llevan a cabo el Plan DNIII-E, el Plan Marina y el Plan Guardia Nacional, llevando la ayuda solidaria a la población civil en desgracia.
Gracias por las ceremonias cívicas y desfiles militares.
Gracias por ser pastores en medio de la adversidad de la Pandemia.
Gracias por su lealtad institucional, lealtad a nuestra patria, nuestro querido México.
Las ovejas no son capaces de defenderse a sí mismas ante un agresor, por tanto, estos pastores han mostrado que están pendientes de sus ovejas.
Cada miembro del Ejército Mexicano, ha de estar pendiente de los mexicanos y mexicanas, esa es su gran misión, defender a cada uno de los que son incapaces de defenderse por sí mismos.
Además, dice el texto, pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños (Lc 2, 8). A la primera característica de señalar que son pastores que cuidan su rebaño, que cuidan su trabajo, que están pendientes de que todo salga bien, se añade este otro elemento muy importante: vigilando por turno.
Esta parte del evangelio, es muy cercana a los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, de la familia militar, pues bien sabemos lo que significa vigilar, vigilar es estar de servicio, estar acuartelado, con lo que ello implica.
Vigilando por turno, significa que hay una organización detrás, significa que hay trabajo en equipo, significa que hay una buena relación entre estos pastores, entre sí, en algo que es difícil, porque vigilar una noche, si le toca el turno de las 12 a las 2, no es lo mismo que le toque el turno de las 8 a las 10. O si le toca el de las 3 a las 4 de la mañana, que al que le toca ya amaneciendo y que durmió toda la noche, esto significa que hay acuerdo, que hay una sintonía en lo que realizan.
Acordar significa, buscar la paz, mediante el diálogo, la comunicación asertiva, que lleve a acuerdos.
Nuestro ejército de tierra, aire, mar y la guardia nacional, son instituciones que han forjado patria, gracias a su lealtad a la patria, gracias a su grande organización y a su espíritu de cuerpo.
Si tenemos en cuenta estos datos podemos descubrir entonces por qué a estos sencillos pastores son a quienes se les anuncia no solamente que ha nacido el Mesías esperado, sino siguiendo el texto, reciben este anuncio del ángel: no teman, les traigo una buena noticia que causará gran alegría a todo el pueblo (Lc 2, 10), es decir, están dirigiéndose a un conjunto de pastores, si recordamos que están bien organizados en equipo, esta parte del anuncio dice: causará gran alegría a todo el pueblo.
La grande alegría esta noche, es para el pueblo de México, es que Dios se ha hecho hombre y Dios bendice a este pueblo a través de su ejército mexicano, cuando cada uno de sus miembros cumplen con honor, lealtad y patriotismo sus funciones.
Los pastores, entonces pueden ser promotores, porque están bien organizados, de transmitir esa noticia. Han sido elegidos no solamente por ser pastores, sino porque son un conjunto de pastores que llevan buenas relaciones entre sí, que tienen amor a su trabajo, que lo cuidan y que además se organizan en equipo perfectamente para que todo salga bien.
Las buenas relaciones entre los miembros del instituto armado, son fundamentales; pero ello se debe traducir en buenas relaciones familiares; es decir con la esposa, con el esposo, con los hijos, con los padres, la lealtad es un concepto bien conocido entre los miembros del ejército, pero esa lealtad a la patria, se ha de traducir en lealtad al cónyuge, lealtad a la familia, que es factor de seguridad nacional.
Por eso, es a ellos a quienes también les toca escuchar este hermoso anuncio: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres como ustedes, pastores, de buena voluntad!
Si tenemos en cuenta estos elementos, podemos descubrir que aunque Jesús nació para todos y que su obra, su Misión es redimir al hombre y enseñarle al ser humano cómo tiene que conducirse en la vida, estos pastores son los primeros en recibir la noticia, y decirles esto se hará también con todos los demás del pueblo, pero necesitan tener también estas mismas características de los pastores, para que la gloria de Dios se manifieste a los hombres de buena voluntad, a los hombres que ama el señor y le han correspondido.
¿Qué quiere decir esto para nosotros, casi ya dos mil veinte y un años después? Que también Dios nos mira a nosotros y elige de entre nosotros a quienes sí han llevado buenas relaciones humanas, sea en la familia, sea en el ambiente laboral, sea en el ambiente social, porque construyen relaciones positivas, se organizan entre ellos y es entonces, ahí, donde se manifiesta también esta realidad: ¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! (Lc 2, 14).
Entonces podemos sentirnos privilegiados de ser soldados y marinos, de ser esposos, esposas, hijos o hijas de un militar, pues Dios nos escogió a cada uno de nosotros para llevar al mundo su mensaje de esperanza:
La familia militar es generosa con el pueblo de México, porque el tiempo que se debe de dedicar al cónyuge o a los hijos, muchas veces está comprometido para el Instituto Armado; por eso cuando hay franquicia, permiso o vacaciones, lo primero que debe hacer el miembro del Ejército es reunirse con los suyos, con su familia, con su esposo, esposa e hijos.
Podemos entonces descubrir la importancia de nuestra conducta en la relación con los demás. La necesidad que tenemos para transformar nuestra sociedad en una sociedad donde reine la paz, donde no haya agresión entre unos y otros, ni violencia, y donde se respete la dignidad humana.
Quiero agradecer en esta navidad, a los miembros de nuestro ejército, todo lo que hacen por México, muchas de las veces de forma anónima y callada, incluso sofocada, gracias.
Necesitamos colaborar con lo que Jesucristo quiere hacer a través de nosotros. Ésta es la labor de la Iglesia, ustedes están aquí porque es Nochebuena, es de buenas noticias, hoy también para nosotros la profecía de la primera lectura se cumplirá si somos como esos pastores.
Dice el profeta Isaías: el pueblo, el pueblo de México, la Ciudad de México que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció (Is 9, 1-2).
Esta noche es de nuevo el milagro, porque es obra de Dios, todo lo que es obra de Dios es un milagro, nuestra vida es un milagro, nadie la pidió, ¿hay aquí alguno que la haya solicitado? La recibimos, fue el don de Dios para cada uno de nosotros.
Para nosotros esta noche es posible que tengamos la hermosa experiencia de transformar nuestras realidades en una convivencia humana, pacífica, como Dios quiere, y hay que iniciar desde donde estemos, como estos pastores que estaban en su trabajo, (en su trabajo castrense o civil), desde ahí construir relaciones fraternas, solidarias, subsidiarias, en equipo y entonces la luz, también en nuestros tiempos y para nosotros, será una luz sorprendente en donde gozaremos de ver la acción de Dios, y que la gloria de Dios se replique a través de nosotros, sus hijos queridos; ya que para nosotros vino Jesús.
Eso es también lo que yo les deseo personalmente a todos ustedes, tropa, oficiales, jefes, generales, tripulación, oficiales, capitanes y almirantes; querida familia militar, aérea y naval, que han dejado sus hogares, para venir a esta celebración, o la están siguiendo por nuestros medios digitales, han tenido esta buena iniciativa para escuchar la Palabra de Dios. Es para Ustedes el anuncio a los pastores, no tengan miedo, de continuar sirviendo a Dios en el prójimo, en la patria, no tengan miedo ante las adversidades que les toque vivir, el Salvador ha nacido ya se encuentra entre nosotros, de Él como único Mesías salvador, hay que sacar fortaleza y esperanza.
¡Feliz Navidad!
Homilía pronunciada por el M.I. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, Capellán General Militar
Párroco Personal Castrense
Misa por la Patria
Domingo 12 de septiembre de 2021
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos en Cristo Jesús, saludo con afecto y con respeto a los miembros del Instituto Armado de nuestro país, del Ejército de tierra, de mar, de aire y a la guardia nacional, a sus familias y derechohabientes.
Un saludo particular dirijo a mi General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; a mi Almirante Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; a mi General de División D.E.M., Eufemio Alberto Ibarra Flores, Comandante del Ejército Mexicano; a mi General de División Piloto Aviador D.E.M. Aéreo, José Gerardo Vega Rivera, Comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, y a mi General de Brigada D.E.M., Luis Rodríguez Bucio, Comandante de la Guardia Nacional.
1.- Nos hemos dado cita en este Recinto Religioso dedicado al “Cristo de Paz”, que es “la Santa Iglesia de las Fuerzas Armadas en México”, corazón religioso del Ejército Mexicano, para celebrar la eucaristía, para celebrar a Cristo, “nuestra paz, que de dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro que los separaba: el odio” (Ef. 2,14). A Él, presente misteriosa y realmente en la Eucaristía, hemos venido a ofrecerle nuestros propósitos y nuestro compromiso diario de ser constructores de paz.
Santa María de Guadalupe, “Patrona de nuestra libertad” como la proclamó el Generalísimo Don José María Morelos y Pavón, quien fuera sacerdote, es quien une a nuestro pueblo de México; Ella, en 1531, cuando dos razas eran irreconciliables, la indígena y la española, aparece como la gran reconciliadora, para presentarnos a su Hijo, al Verbo de Dios encarnado en su vientre virginal, nuestro Señor Jesucristo, una vez más derribando el muro que los separaba: el odio, trayendo la unidad y la paz a nuestras tierras, que más adelante se conformaría como nuestra Nación, México y al Continente de la Esperanza, América.
Hoy 12 de septiembre de 2021, en el que celebramos en nuestra comunidad la Misa por la Patria y, antes de celebrar el 211 aniversario del inicio de nuestra Independencia Nacional, quiero expresarles mi gratitud a nombre del Emmo. Sr. Cardenal Don Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México y de su servidor, como Capellán General Militar y Párroco Personal Castrense, a cada uno de ustedes miembros del Instituto Armado, en activo o retirados, por todo su trabajo, en la mayoría de las veces, un trabajo callado y sofocado, de entrega y generoso compromiso, de servir a Dios en el prójimo, en nuestra patria México.
Presentes también en nuestras oraciones los Obispos auxiliares de México, el Sr. Arzobispo de Hermosillo, Mons. Ruy Rendón Leal, responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM. Mi saludo se extiende a cada uno mis hermanos en el presbiterio, los “Capellanes Militares”, que todos los días atienden espiritualmente a lo largo y ancho de nuestra patria, a los miembros de las Fuerzas Armadas y a sus familias, las cuales viven en especiales condiciones de vida. Los Capellanes Militares nos convertimos en animadores, en el caminar castrense de todos los días, mano con mano, para que, llevando los miembros del Instituto Armado, una vida auténticamente cristiana, sean hombres y mujeres constructores de la paz.
Como Capellán Militar e hijo de militar, sé que el camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones, cada miembro del Instituto Armado, con la ayuda de Dios y de su correcto actuar, en base a su conciencia rectamente formada, se va forjando su propio prestigio; el Capellán Militar en mucho ha de ayudar con la permanente dirección espiritual y con los sacramentos, de manera especial el de la confesión y el de la eucaristía, para que puedan cumplir con este noble objetivo.
Los miembros del Ejército Mexicano, reconocen que todos los días, les hace falta la ayuda de Dios, para poder cumplir con la tarea que el pueblo de México y el Estado Mexicano, les ha confiado: defender la seguridad del propio pueblo y edificar y mantener la paz entre las naciones, salvaguardando al mismo tiempo el orden, la justicia y la convivencia entre los ciudadanos.
La historia nacional es testigo que, ante momentos de adversidad, catástrofes naturales o conflictos internos que ha vivido el país, el ánimo del soldado y marino no decae, por el contrario, se mantiene firme, se fortalece y sirve el reto que se afronte para imprimir más fuerza en el cumplimiento del deber.
Nuestras Fuerzas Armadas, cualquiera que sea el desafío a enfrentar, con la ayuda de Dios, General de generales, Almirante de almirantes y con la intercesión de la Virgen de Guadalupe, jamás detienen su camino, jamás lo harán, siempre seguirán trabajando por México.
Y si el ánimo no decae, es porque en los momentos de su vida castrense, existe también la ayuda espiritual, que siempre la agradecen de todos los sacerdotes, de manera especial de aquellos que han sido nombrados “Capellanes Militares” y que están para la atención de los miembros de las Fuerzas Armadas y de sus familias. La importancia de contar con un sacerdote, que comprenda las necesidades de la familia militar, aérea, naval y que, con especial espíritu de servicio, diligencia y respetando en todo momento las normas y reglamentos de las instancias militares, atienda sus necesidades espirituales.
Partiendo del derecho Constitucional que declara: “que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no afecte a nadie”, y el Estado Mexicano, tiene el deber de velar y promover ese derecho. La religión en México como factor en el desarrollo y seguridad nacional. México es grande, gracias a dos grandes instituciones que han forjado patria: “la Iglesia y el Ejército”, “el Ejército y la Iglesia”.
2. – “Cercano está de mí el Señor que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí?.
¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme? (Isaías 50, 5-9).
La experiencia diaria de la vida de los militares les lleva a afrontar situaciones difíciles y a veces dramáticas, que ponen en peligro las seguridades humanas. Sin embargo, la primera lectura del libro del profeta Isaías nos consuela, presentándonos a Jesús como el “Siervo del Señor”. Él, con su presencia, ilumina la oscuridad e incluso la desesperación del hombre, y da al que confíe en Él la certeza consoladora de su asistencia constante.
Hermanos, hermanas, miembros del Instituto Armado, familia militar, por más complejas y problemáticas que sean las situaciones de su vida castrense y de su vida personal o familiar, no pierdan la confianza en Dios.
En el corazón del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza. Ante la incertidumbre que nos causa la pandemia, de ver a enfermos y difuntos, a veces tan cercanos a nosotros; ante la incertidumbre de ver a personas sin trabajo y por consiguiente sin tener lo necesario para vivir y dar el sustento a las familias; ante la incertidumbre de ver a personas enfermas de la mente con ansiedad, angustia, temor, depresión; la certidumbre, que Dios es fiel y que sólo necesita de nuestra respuesta llena de esperanza. Es el binomio perfecto: “fidelidad de Dios y esperanza del hombre”; este binomio nos ayudará a cruzar por este mar a veces tan lleno de arrecifes, bancos de arena, anclados solamente en Dios, estén siempre atentos de descubrir y fomentar todo signo positivo de renovación personal y social. Estén dispuestos a favorecer con todos los medios, la valiente construcción de la justicia y de la paz.
3.- “Hermanos míos: ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que algún hermano o hermana carece de ropa o alimento, necesario para el día, y que uno de ustedes le dice: “que te vaya bien, abrígate y come”, pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve que le digan eso? Así pasa con la fe, si no se traduce en obras, esta fe está completamente muerta.”
“Tú tienes fe y yo tengo obras. A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio con mis obras te demostraré mi fe”. (Santiago. 2, 14-18).
Las palabras de la carta del apóstol Santiago, deben de hacerse vida en nosotros, pues la fe del cristiano se manifiesta de manera especial en el servicio de los hermanos más necesitados.
En el marco de celebrar un aniversario más de nuestras Fiestas Patrias, con motivo del 211 aniversario del inicio de nuestra Independencia, quiero agradecer a las mujeres y a los hombres del Instituto Armado, por su valiente labor de pacificación de nuestra patria; gracias por la ayuda que prestan, sin preocuparse por los riesgos que ello implica cuando hacen presente a Cristo y llevan a cabo el Plan DNIII-E, el Plan Marina y el Plan Guardia Nacional, llevando la ayuda solidaria a la población civil en desgracia.
Quiero hacer un reconocimiento a todo el personal de Sanidad Militar y Naval, médicos hombres y mujeres, enfermeros, enfermeras y a todo el personal técnico que atiende a nuestros enfermos, quienes desde el inicio de la Pandemia y hasta el día de hoy, arriesgando su propia vida en el frente de guerra, no con el enemigo armado, sino con el virus del sars cov 2, han atendido y siguen atendiendo valientemente a los enfermos, como una de las obras de misericordia, reconociendo que no son ellos, sino que es Dios, quien actúa a través de ellos, sublimando éste acto bueno de filantropía cuando lo hacen por Cristo, con Él y en Él.
Agradezco a nuestros estudiantes del Sistema Educativo Militar, Aéreo y Naval, nuestros cadetes, mujeres y hombres, jóvenes que con generosidad han dejado su casa y su familia, para seguir la carrera del servicio a México desde la actividad castrense.
Gracias a todos por las ceremonias cívicas y desfiles militares.
Gracias por más de 108 años de lealtad institucional como Ejército Mexicano, “siempre leales”.
He nacido en la familia militar, dentro de un matrimonio católico y sé, por propia experiencia, que no es fácil ser esposo, esposa, hijo o hija de un militar, pues es necesario ser generoso y compartir también las fatigas que comporta su misión.
La familia es factor de seguridad nacional; las esposas y los esposos de los militares deben sentirse orgullosos de su cónyuge, los hijos e hijas también deben sentirse orgullosos de sus papás, porque sus ausencias a causa de su actividad castrense, redunda en un México mejor; la familia es el apoyo principal para cada uno de los marinos y soldados.
Se defiende lo que se ama y, ¿dónde se aprende a amar la paz y la vida, si no es en la familia? La “Lealtad” es un concepto que los miembros del Instituto Armado conocen a carta cabal, por lo anterior, hablar de lealtad a la patria, es hablar de lealtad al cónyuge y a la familia que de ella emana.
4.- En el evangelio que acabamos de escuchar, hemos oído a Pedro proclamar su fe en Jesús y lamentarse en seguida porque su Señor le habla de su próxima pasión y muerte. “El que quiera venir conmigo, que renuncia a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y por el Evangelio la salvará”. (Marcos 8,27-35).
Quiero rendir un homenaje a todos los miembros del Ejército Mexicano, que han fallecido en el cumplimiento de sus obligaciones castrenses, que han pagado con su propia vida la fidelidad a su misión. Olvidándose de sí mismos, desafiando el peligro, han prestado a nuestra patria un servicio inestimable y hoy, durante esta celebración eucarística, los encomendamos al Señor de la vida con gratitud y admiración.
Pero ¿de dónde han sacado la fuerza para cumplir con su misión en el Ejército? De la fuerza que viene de Cristo que iluminó su existencia y que dio valor ejemplar a su sacrificio. El evangelio fue su código de conducta que los llevó a cumplir fielmente su deber de forma heroica y quizás de santidad.
Como ellos, que asistieron a ésta Santa Iglesia de las Fuerzas Armadas en México, Sede Litúrgica de la Parroquia Personal Castrense, conocida familiarmente como la “Capellanía Militar”, que contemplaron la imagen del Cristo de la Paz y contemplaron también a nuestra Madre Santa María de Guadalupe, “Patrona de nuestra Libertad” y Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas, “de bajo perfil, es decir, sin uniforme”, y guardaron en su corazón las dulces palabras “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” “¿No estás por ventura en el cruce de mi manto?”, fueron palabras que los animaron, en su recuerdo, a estar firmes en la fe, y son palabras que nos deben a nosotros animar en el presente.
Santa María de Guadalupe, Patrona de nuestra libertad y Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas, nos continúe sosteniendo en nuestra actividad castrense; que nuestro corazón no se turbe jamás, para que, como verdaderos hermanos, busquemos el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz.
Parroquia Personal Castrense
“Hombres y mujeres de fe al servicio de la patria”.
Homilía pronunciada por el M.I. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, Capellán Castrense, con motivo del Homenaje de la Familia Militar a Santa María de Guadalupe, en el Día del Ejército Mexicano.
19 de febrero de 2021
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos en Cristo Jesús, saludo con con afecto y con respeto a los miembros del Instituto Armado de nuestro país, del ejército de tierra, de mar, de aire y a la guardia nacional, a sus familias y derechohabientes.
Un saludo particular dirijo a mi General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, nuestras oraciones por su pronta recuperación; a mi Almirante Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán y a mi General
Comandante de la Guardia Nacional Luis Rodríguez Bucio.
Nos hemos dado cita en este recinto histórico religioso, para nuestra patria y para el mundo entero, en “La Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe”; para celebrar a sus pies, la eucaristía, para celebrar a Cristo, “nuestra paz, que de dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro que los separaba: el odio” (Ef. 2,14). A Él, presente misteriosa y realmente en la Eucaristía, hemos venido a ofrecerle nuestros propósitos y nuestro compromiso diario de ser constructores de paz.
Santa María de Guadalupe, “Patrona de nuestra libertad” como lo proclamó el Padre José María Morelos y Pavón, es quien une a nuestro pueblo de México, ella en 1531, cuando dos razas eran irreconciliables, la indígena y la española, aparece como la gran reconciliadora, para presentarnos a su hijo, al verbo de Dios encarnado en su vientre virginal, nuestro Señor Jesucristo, una vez más derribando el muro que los separaba: el odio, trayendo la unidad y paz a nuestras tierras.
Hoy 19 de febrero de 2021, día del ejército, les expreso mi gratitud a cada uno de ustedes miembros del instituto armado, en activo o retirados, por todo su trabajo, en la mayoría de las veces, un trabajo callado y sofocado, de entrega y generoso compromiso, de servir a Dios en el prójimo, en la patria.
Presentes en nuestras oraciones el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, nuestro Arzobispo Primado de México y sus Obispos auxiliares, el Sr. Arzobispo de Hermosillo, Mons. Ruy Rendón Leal, responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM. Mi saludo se extiende a cada uno mis hermanos en el
presbiterio, los “capellanes militares”, que atienden espiritualmente a lo largo y ancho de nuestra patria, a todos los miembros de las fuerzas armadas y a sus familias, en sus especiales condiciones de vida, quienes somos animadores en el caminar castrense, de todos los días, mano con mano, para que, llevando los miembros del instituto armado, una vida auténticamente cristiana, sean hombres y mujeres constructores de la paz.
1.- Como capellán militar e hijo de militar, sé que el camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones, cada miembro del instituto armado, con la
ayuda de Dios y de su correcto actuar, en base a su conciencia rectamente formada, se va forjando su propio prestigio; el capellán militar en mucho ha de ayudar con la permanente dirección espiritual y con los sacramentos, de manera especial el de la confesión y el de la eucaristía, para que puedan cumplir con este noble objetivo.
Los miembros del ejército mexicano, reconocen que todos los días, les hace falta la ayuda de Dios para poder cumplir con la tarea que el pueblo de México y el Estado, les ha confiado: defender la seguridad del propio pueblo y edificar y mantener la paz entre las naciones, salvaguardando al mismo tiempo el orden, la justicia y la convivencia entre los ciudadanos.
La historia nacional es testigo que, ante momentos de adversidad, catástrofes naturales o conflictos internos que ha vivido el país, el ánimo del soldado y marino
no decae, por el contrario, se mantiene firme, se fortalece y sirve el reto que se afronte para imprimir más fuerza en el cumplimiento del deber.
Nuestras fuerzas armadas cualquiera que sea el desafío a enfrentar, con la ayuda de Dios, General de generales, Almirante de almirantes y con la intercesión de la Virgen de Guadalupe, jamás detienen su camino, jamás lo harán, siempre seguirán trabajando por México.
Y si el ánimo no decae, es porque en momentos de su vida castrense, existe también la ayuda espiritual, que siempre la agradecen de todos los sacerdotes, de manera especial de aquellos que han sido nombrados “capellanes militares” y que están para la atención de los miembros de las fuerzas armadas y de sus familias; la importancia de contar con un sacerdote que comprenda las necesidades de la familia militar, aérea y naval y que, con especial espíritu de servicio, diligencia y respetando en todo momento las normas y reglamentos de las instancias militares, atienda sus necesidades espirituales; partiendo del derecho Constitucional que declara: “que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no afecte a nadie”, y el Estado Mexicano, tiene el deber de velar y promover ese derecho. La religión en México como factor en el desarrollo y seguridad nacional; México es grande, gracias a dos grandes instituciones que han forjado patria: “la Iglesia y el Ejército”, “el Ejército y la Iglesia”.
2. – “El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor: que rompas las cadenas injustas y que levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas
todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des tu espalda a tu propio hermano”. Las palabras del profeta Isaías que se han proclamado resuenan en nuestros corazones y recordamos que, con el signo de la Ceniza, el pasado miércoles, hemos iniciado el tiempo de conversión cuaresmal, un tiempo que nos invita a disponernos a llevar una vida auténticamente cristiana, con una conducta limpia y piadosa, atendiendo las necesidades de los más débiles y necesitados.
La experiencia diaria de la vida de los militares les lleva a afrontar situaciones difíciles y a veces dramáticas, que ponen en peligro las seguridades humanas. Sin embargo, el evangelio nos consuela, presentándonos a Cristo, como el Esposo de su iglesia. Él con su presencia, ilumina la oscuridad e incluso desesperación del hombre, y da al que confíe en Él la certeza consoladora de su asistencia constante. “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos?” Jesús anima a los apóstoles a no rendirse frente a las dificultades y las incertidumbres del tiempo presente. Más bien, los exhorta a saber esperar y a prepararse para cuando vuelva de nuevo.
Por más complejas y problemáticas que sean las situaciones de su vida castrense y de su vida personal, no pierdan la confianza. En el corazón del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza. Ante la incertidumbre que nos causa la
pandemia, de ver enfermos y difuntos, a veces tan cercanos a nosotros; ante la incertidumbre de ver personas sin trabajo y por consiguiente sin tener lo necesario para vivir y dar el sustento a las familias; ante la incertidumbre de ver personas enfermas de la mente con ansiedad, angustia, temor, depresión; la certidumbre, que Dios es fiel y que sólo necesita de nuestra respuesta llena de esperanza, es el binomio perfecto: “fidelidad de Dios y esperanza del hombre”, este binomio nos ayudará a cruzar por este mar a veces tan lleno de arrecifes, bancos de arena, anclados solamente en Dios, estén siempre atentos de descubrir y fomentar todo signo positivo de renovación personal y social. Estén dispuestos a favorecer con todos los medios la valiente construcción de la justicia y de la paz.
3.- Queridos hermanos y hermanas miembros del instituto armado, gracias por su valiente labor de pacificación de nuestra patria, gracias por la ayuda que prestan, sin preocuparse por los riesgos que ello implica cuando hacen presente a Cristo y llevan a cabo el Plan DNIII-E, el Plan Marina y el Plan Guardia Nacional, llevando la ayuda solidaria a la población civil en desgracia.
Quiero hacer un reconocimiento a todo el personal de sanidad militar y naval, médicos hombres y mujeres, enfermeros, enfermeras y todo el personal técnico que atiende a nuestros enfermos, quienes desde el inicio de la pandemia y hasta el día de hoy, arriesgando su propia vida en el frente de guerra, no con el enemigo armado sino con el virus del sars cov 2, han atendido y siguen atendiendo valientemente a los enfermos, como una de las obras de misericordia, reconociendo que no son ellos, sino que es Dios quien actúa a través de ellos, sublimando éste acto bueno de filantropía cuando lo hacen por Cristo, con Él y en Él.
Agradezco a nuestros estudiantes del sistema educativo militar, aéreo y naval, nuestros cadetes, hombres y mujeres jóvenes, que con generosidad han dejado su casa y su familia, para seguir la carrera del servicio a México desde la actividad castrense.
Gracias a todos por las ceremonias cívicas y desfiles militares. Gracias por más de 108 años de lealtad institucional, “siempre leales”.
He nacido en la familia militar, dentro de un matrimonio católico y sé, por propia experiencia, que no es fácil ser familiar de un militar, pues es necesario ser generoso y compartir también las fatigas que comporta su misión. La familia es factor de seguridad nacional, los esposos y esposas se sienten orgullosos de su cónyuge, los hijos e hijas, nos sentimos orgullosos de nuestros papás, porque sus ausencias a causa de su servicio para el instituto armado, redunda en un México mejor, la familia es el apoyo principal para cada uno de los marinos y soldados.
Se defiende lo que se ama y, ¿dónde se aprende a amar la paz y la vida si no es en la familia? La lealtad es un concepto que conocen a carta cabal los miembros del instituto armado, por lo anterior, hablar de lealtad a la patria es hablar de lealtad al cónyuge y a la familia que de ella emana.
4.- Quiero rendir un homenaje a todos los miembros del ejército que han fallecido en el cumplimiento de sus obligaciones castrenses, que han pagado con su propia vida la fidelidad a su misión. Olvidándose de sí mismos, desafiando el peligro han prestado a nuestra patria un servicio inestimable y hoy, durante esta celebración eucarística los encomendamos al Señor con gratitud y admiración. Pero ¿de dónde han sacado la fuerza para cumplir con su misión en el ejército? De la fuerza que viene de Cristo que iluminó su existencia y dio valor ejemplar a su sacrificio. El evangelio fue su código de conducta que los llevó a cumplir fielmente su deber de forma heroica y quizás de santidad.
Como ellos, que contemplaron a Cristo y que asistieron quizás en muchas ocasiones a ésta Villa de Guadalupe a contemplar a nuestra Madre “de bajo perfil, es decir, sin uniforme”, y guardaron en su corazón las dulces palabras “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” “¿No estás por ventura en el cruce de mi manto?”, fueron palabras que los animaron, en su recuerdo, a estar firmes en la fe, y son palabras que nos deben a nosotros animar en el presente. Santa María de Guadalupe, reina de las fuerzas armadas mexicanas, nos sostenga, en nuestra actividad castrense; que nuestro corazón no se turbe jamás, al contrario, que esté siempre pronto a la promesa de Dios “a un corazón contrito Señor, tú nunca lo desprecias”.
Homilía pronunciada por el Sr. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, con motivo de la Navidad, Iglesia Cristo de la Paz viernes 25 de diciembre de 2020
“¡Les anuncio una grande alegría: hoy nos ha nacido, un Salvador, que es el Mesías, el Señor.!”
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos de Cristo Jesús, con grande júbilo, con grande alegría, celebramos la solemnidad de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo, según la carne, un hecho que sucedió hace más de dos mil años en Belén de Judá, y que se actualiza en el aquí y en el ahora, el Emmanuel, el Dios con nosotros, nace hoy en cada corazón de todo aquel hombre y mujer que lo quiere acoger para darle posada en su vida.
La navidad es esperanza, cada uno de nosotros debemos ser esperanza para los que nos rodean, tú eres una esperanza, yo soy una esperanza, todos somos una esperanza para la humanidad.
Navidad es tiempo de ser posada para Jesús niño, haciéndonos posada para los demás, ya demasiados problemas tienen los que nos rodean, para que yo me convierta en un problema más, hacerme posada para mi esposo, para mi esposa, para mis hijos, para mis padres, para mis hermanos de sangre, para mis compañeros de trabajo, para el que transita por la calle para ti. Ser posada es tener disposición para ayudar, para escuchar un reclamo, para cancelar alguna diversión y dedicar ese tiempo a ayudar. Dejar de salir con mis amigos o amigas para ayudar a mi mamá o a mi papá en algún quehacer del hogar. Ser posada es estar dispuesto a ayudar, buscando ser el primero en servir, y servir con alegría. Ser posada es ser empático, no dejar para mañana para pedir perdón, saber decir perdóname y perdonar. Ser posada es tener respeto por el otro, no necesariamente me debe caer bien alguien o tengo que amarlo para respetarlo. Ser posada en mejorar la comunicación en familia. Ser posada es saber compartir con el necesitado.
“El pueblo que caminaba en tinieblas, vió una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció”.
Ocho siglos antes de Cristo, el profeta Isaías animaba al pueblo que se encontraba cautivo en Babilonia, ya que el rey Nabucodonosor invadió Jerusalén, y llevó a los israelitas cautivos, Isaías profetiza el nacimiento de un mesías salvador y San Mateo/Lucas no tiene dudas que ese cumplimiento se da en nuestro Señor Jesucristo nacido en Belén para nuestra salvación. También hoy en día nosotros, hombres y mujeres de este tercer milenio somos víctimas del destierro, cuando a causa de nuestros pecados nos encontramos lejos de Dios. Somos cautivos del desenfreno, de las consecuencias de nuestros pecados, en el pecado todos somos extranjeros. “Nos ha nacido un Salvador!, para liberarnos y sacarnos de todo destierro.
La navidad es una fiesta de luz, que ilumina a todo hombre, por eso ponemos lámparas, velas, luces, esferas; quiera Dios que esa luz exterior sea el reflejo de nuestra luz interior porque Cristo ilumina nuestras vidas.
La historia de la humanidad se “parte” en dos con la llegada de nuestro Señor Jesucristo, la luz es el don de la fe de ese Cristo vivo que también ha tocado nuestra vida, todos y cada uno de nosotros a lo largo de nuestra historia personal hemos experimentado un momento en nuestra vida en donde Cristo se ha hecho presente y nuestra historia personal es también una antes de Cristo y una después de Cristo.
La Navidad es una escuela de fe, la fe es un don de Dios, pero en la libertad del hombre se recibe o no, “Dios nos hizo tan poderosos que podemos decir sí o no, al plan de salvación de Dios”. “Aquel que te creó sin ti no puede salvarte sin ti”.
¿Qué aporta la navidad a mi vida’
1.- La fe es la luz; la luz puede resultarnos molesta; un niño en la oscuridad no quiere estar, por naturaleza no fuimos hechos o creados para la oscuridad sino para la luz. Tenemos una predisposición natural a la oscuridad. La luz nos da seguridad, quien hace el mal se cobija bajo la oscuridad. “Yo soy la Luz de mundo”; S.S. Francisco al respecto nos comenta que la fe cristiana es dejarse iluminar por Cristo.
2.- La fe es fortaleza; la fortaleza no está en los músculos, sino en el corazón, Dios con nosotros, la presencia encarnada en el mundo, la certeza de saber que alguien está con nosotros, su íntima cercanía, tan íntima que toma cuerpo en cada corazón humano dispuesto a recibirlo. Una fuerza que no elimina nuestra debilidad “pues cuando soy más débil soy más fuerte”.
3.- La fe es esperanza; la fe y la esperanza se entrelazan, la fe es esperanza proyectada hacia el futuro. La promesa del salvador profetizada por Malaquías 400 años antes de Cristo, Dios con paciencia realiza su obra. En Jesús palabra definitiva del Padre, Dios nos lo ha dicho todo. Dios guarda silencio antes de cumplir su promesa. Dios no defrauda la esperanza, apoyados en Cristo podemos cumplir toda promesa humana. El papa Francisco comenta: “Por lo tanto, la navidad revela el inmenso amor de Dios por la Humanidad. De ahí deriva también el entusiasmo, la esperanza de nosotros los cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados, acompañados por Dios; y miramos al mundo y la historia como el lugar donde caminar con El y entre nosotros hacia los cielos nuevos y la tierra nueva”.
4.- La fe es amor; José no sabía cómo había sucedido que María estuviera en cinta, y opta por la única escapatoria que le permite la ley, sin dañarla, abandonarla sin decir ninguna palabra. El ángel le dice que no era obra humana, sino que María había concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, una historia quizás fantástica, como todo verdadero amor, está sobrado incluso de fantasía, sólo que la fantasía de Dios desemboca en hechos reales históricos más ciertos que la ciencia más rigurosa. La navidad es un gran portal de la fe, la fe no es un acto de la inteligencia, sino del corazón que se deja trastocar por Dios, transformados por ese amor se nos abre la mirada hacia el futuro.
5.- La fe es sentido; necesidad de darle sentido a todo lo que se vive, no viven los más fuertes, los más sagaces, sino los que encontraron un sentido a su vida, la fe tiene el sentido de iluminar todos los sectores de nuestra existencia. La fe no es sólo una creencia religiosa, es también una visión de la vida. Dios actúa con todo lo que nos pasa, todo sirve para algo.
6.- La fe es valor; el valor como convicción profunda, valía y valentía, con Jesús se inaugura una nueva era de la humanidad, el sacrificio, la sencillez pasaron a ser los grandes valores de la existencia cristiana. Existe una hipótesis que el amor de Dios es tan grande, que si hubiera existido solo un hombre pecador en el universo, Jesús se hubiera encarnado de la misma manera para salvarlo. Vale un Dios encarnado cada persona.
7.- La fe es alegría; porque es luz y fortaleza, esperanza y amor, es sentido y valor, quienes experimentan todo esto están alegres, por eso los sacramentos no se realizan, se celebran. La noche de Navidad es siempre una noche de alegría. Dios busca a todos: santos, no tan santos, renegados, incrédulos, ateos, indiferentes. En Cristo, Dios viene al hombre perdido. La fe no cambia las realidades dolorosas de la vida, la fe es fuente de alegría, guía nuestros pasos en la noche y eso basta para poder caminar.
Nuestra generación tiene la responsabilidad de transitar entre el siglo pasado y el tercer milenio, dar el nuevo milenio una orientación cristiana, herencia de fe, esperanza y amor.
Acoger y transmitir a las nuevas generaciones la fe.
¡Muy feliz Navidad! a todos.
HOMILÍA PRONUNCIADA POR EL CARDENAL CARLOS AGUIAR RETES EN LA TOMA DE POSESIÓN DEL NUEVO CAPELLÁN CASTRENSE DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MÉXICO. 29 AGOSTO, 2019
El saber que permanecen fieles al Señor nos llena ahora de vida (1 Tes. 3,7-10).
Con estas palabras, que hemos escuchado en la primera lectura, se refiere el Apóstol San Pablo a la comunidad de Tesalónica. Él está distante, quiere volver a verlos, y les envía este mensaje: “En medio de las dificultades y tribulaciones, la fe de ustedes nos ha dado un gran consuelo (1 Tes. 3,7-10).
En 1979 por primera vez un Papa vino a México, San Juan Pablo II, y en su primera homilía, en la Catedral de México, expresó que la fidelidad tenía cuatro dimensiones. Vamos a recordarlas para ayudarnos a entender cómo es que un hombre, Juan Bautista, llega a dar la vida por la verdad, y otro hombre, Herodes, por un gusto corrompe no solamente su corazón, sino deja de lado su responsabilidad, y encadena a otros: en su mujer Herodías, la venganza; y en su hija Salomé, la ejecutora de una muerte injusta que ni pensaba, ni lo hubiera imaginado.
La fidelidad al Señor –dice San Pablo– es la que da vida (1 Tes. 3,7-10), por eso es importante. El Papa afirmó en México que la fidelidad tiene cuatro dimensiones: la búsqueda, la aceptación, la coherencia y la perseverancia. ¿En qué consiste cada una de ellas?
La búsqueda es el punto de partida, y sabemos qué importante es el inicio de algo, son como los cimientos. La búsqueda es mirar nuestro interior, descubrir nuestras inquietudes y discernir cuáles son buenas y cuáles son negativas. Y discernir entre las buenas cuáles me apasionan, cuáles me seducen, presentándolas en oración al Señor para recibir de Él su Espíritu, y poder elegir la que Él me está induciendo. La búsqueda consiste entonces en descubrir lo que Dios quiere de mí. La aceptación es la segunda dimensión. Una vez que se descubre qué es lo que Dios quiere de mí, aceptarlo, decir: “Lo quiero, lo voy a hacer, además voy a ponerlo al servicio con todas las consecuencias que eso lleva. No las conozco, no sé hasta dónde me va a llevar esta decisión, pero la acepto”.
La tercera dimensión es la coherencia; es decir, si yo ya decidí esto, por ejemplo, si yo ya decidí ser sacerdote, y decidí también aceptar el celibato, pues debo ser consecuente y seguir hasta el final. La coherencia es poner mi conducta, a lo largo de la vida en relación con la decisión que asumí, que libremente acepté.
La cuarta dimensión de la fidelidad es la perseverancia. El Papa decía: “Es fácil ser coherente un día, ¿pero serlo toda la vida?” Y es aquí donde entra la necesidad de la oración, la necesidad de la ayuda divina, de su Espíritu que fortalezca a mi pobre espíritu. Esta es la razón de la alegría de San Pablo en la comunidad de Tesalónica: “El saber que permanecen fieles al Señor nos llena ahora de vida” (1 Tes. 3,7-10).
Esta comunidad parroquial es fiel a alguien que les ha entregado muchísimos años, como ha sido el padre Otto, ahora Monseñor, y como lo ha sido en un pequeño tiempo el Padre Jorge –y que ahora viene de nuevo a servirles–, y ustedes aquí están, y les han aplaudido con mucho entusiasmo. Es parte de esa aceptación de su ser cristiano, de formar esta comunidad cristiana.
Ahora fíjense, si todos seguimos este camino de la fidelidad, entonces lograremos incluso lo que Juan Bautista: dar su vida por la verdad, cosa que a veces no es tan fácil, es muy frágil nuestra condición. Por eso, en la primera dimensión, la de la búsqueda, ese discernimiento no basta que sea individual. Lo tenemos que compartir de forma comunitaria, a veces en familia, a veces en círculos de amigos, a veces en el círculo laboral, a veces en el círculo eclesial.
Dependiendo la opción que se haya tomado, será el ambiente propicio para hacerlo, porque cuando se comparte una decisión con otros, los otros al conocer lo decidido, me van a apoyar en la realización como me apoyaron en el discernimiento de la decisión que tomé. Esa es la ayuda mutua que realiza una comunidad cristiana. Por eso nos reunimos en la Eucaristía, recordando esta Palabra de Dios, recordando que la fuerza nos viene de lo alto, del Espíritu Santo.
En cambio, Herodes, que era el rey, tenía que velar por el bien de sus ciudadanos, de su gente, y vemos lo que hace: se deja llevar por un gusto. A la muchacha le ofrece lo que quiera, y aunque ésta le pida algo que es injusto: la muerte de un encarcelado que no merecía la muerte, se la concede, y pone a Salomé como ejecutora de la muerte de Juan el Bautista. Finalmente en consecuencia Herodías, la mujer del rey, que fue la que sugirió a Salomé que pidiera eso, realiza por odio una venganza.
¿De qué le servía la cabeza de Juan a Salomé? Hubiera podido pedir tantas otras cosas que hubieran sido buenas. Pero a la hora del discernimiento, su madre no le supo ayudar, sino ejecutar su venganza, su inquietud y sentimiento negativo.
¡Qué importante es que nos ayudemos los unos a los otros en estas circunstancias de decidir qué debo hacer! Nunca nos quedemos aislados, hagamos siempre este ejercicio de compartir nuestras aspiraciones, nuestras ilusiones, nuestros anhelos, nuestros proyectos, y muchos otros se sumarán y nos apoyarán. Y con la ayuda del Espíritu seremos capaces incluso de dar la vida por lo que hemos elegido.
Que el Señor nos ayude como comunidad cristiana a ser como Juan el Bautista. ¡Que así sea!
Solemnidad del Martirio de San Juan Bautista.
“Que todos sean uno, como Tú y Yo Padre somos uno” (Jn 17, 21-23).
Muy queridos hermanos, sean bienvenidos a ésta Capellanía Militar, corazón religioso de las Fuerzas Armadas mexicanas.
Saludo con afecto y con respeto al Emmo. Sr. Card. Don Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México. Gracias Eminencia por su cercanía para con un servidor y para con mi familia, gracias por su confianza al permitirme servir en su nombre como Capellán Militar a esta tan querida comunidad militar, gracias por ser Padre, Maestro,
Pastor, le reitero mi amistad sincera y mi lealtad incondicional y me comprometo a seguir trabajando, haciendo mi mayor esfuerzo como lo he hecho hasta ahora, como discípulo misionero en la Ciudad trabajando en una Pastoral de salida.
Al Excmo. Sr. Don Ruy Rubalcaba Rendón, Arzobispo de Hermosillo y actual responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM.
Al Excmo. Sr. Don Miguel Ángel Alba Díaz, Obispo de La Paz, quien hasta hace unos meses fuera el responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM; gracias a ambos por su testimonio de ser motores de unidad en el trabajo a nivel nacional de ésta Pastoral Castrense.
A los Excmos. Señores Obispos Auxiliares de México; a los Monseñores Presbíteros; a los Ilustres Señores Canónigos de la Catedral y de la Colegiata de Guadalupe; a todos mis hermanos Presbíteros y Diáconos, les tengo siempre presentes en mi corazón.
A los miembros del Ejército de tierra, de mar y de aire y a sus familias.
Saludo a los miembros del Consejo de Pastoral y de Asuntos Económicos recientemente re instaurado. A los laicos de los grupos de
Pastoral de ésta Comunidad, gracias por toda su generosidad, su acogida y trabajo para con su servidor.
Sean todos ustedes bienvenidos familia militar y familia civil, gracias por acompañarme.
“Una Iglesia para soñar”. En días pasados en reunión con el Consejo de Pastoral y de Asuntos Económicos, les pedí, lo que usted Eminencia nos pidió a los clérigos y laicos al llegar a nuestra Arquidiócesis de México, que soñáramos en una Iglesia en salida; cito textual lo que nos pidió: “Mi sueño es ser esa iglesia en salida. Misionera, que escucha,
acompaña y consuela corazones en la diversidad de sectores de la sociedad: empresarios, obreros, gobernantes, jóvenes, adultos mayores, niños. Nos necesitamos todos para construir un mejor país.” Hasta aquí cito a su Eminencia.
Una Iglesia en salida que atienda la Pastoral Fuerzas Armadas, bienorganizada y con espíritu de servicio a imagen del Buen Pastor Jesucristo nuestro Señor.
Una Iglesia en salida, para encontrarnos con los enfermos y sus familiares, tanto en los hospitales militares y navales, pero también en los que hay en las casas de las Unidades Habitacionales militares, llevándoles los sacramentos de la Unción y de la Comunión Eucarística, pero también una palabra que anime su fe.
Con los presos y sus familias animándolos a no perder la esperanza, compartiendo con ellos que el pasado a la misericordia de Dios, el mañana a su Providencia y el presente en el amor a Dios en el prójimo.
Encomendando a los difuntos y haciéndonos solidarios con sus deudos, en el Velatorio y Cementerio Militar, invitándolos a vivir en la caridad para también alcanzar, junto con sus seres queridos que se han adelantado en el camino del Señor, la Vida Eterna.
Visitando a la gran familia del Ejército de tierra, de mar y de aire, en cuarteles, centros de educación militar aérea y naval, así como en sus unidades habitacionales convocándolos a vivir la fe recibida en su Bautismo, en línea de vida; que sepan que nuestra Iglesia, tiene un lugar para los niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, sabiendo que la persona humana es valiosa desde el mismo momento de la concepción y hasta la muerte natural.
México es grande, gracias a dos grandes instituciones que han hecho historia patria: la Iglesia y el Ejército, el Ejército y la Iglesia.
Partiendo de la premisa emanada de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, “que el Estado Mexicano debe ser laico”, es como llego aquí por la gracia de Dios y del Emmo. Sr. Cardenal Don Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México; a presidir en la caridad como Sacerdote a ésta querida familia católica militar, como un hermano entre los hermanos, y ya que el Estado Mexicano debe ser laico y no laicista, es decir a religioso, y que el propio Estado no solamente ha de respetar el credo de las personas, siempre y cuando no afecten a nadie, ha de también promover y velar por su credo.
He nacido en la familia militar, agradezco a Dios y a mis padres: Al C. Tte. Corl. Don Gonzalo Ángel Reyes y Herrera y a la Sra. Margarita de la Riva de Reyes, ya llamados por Dios, por el Don de la vida; he vivido dentro de la familia militar, de manera especial compartiendo la vida con mis hermanas, sobrinos y demás familiares, por ello agradezco a mi familia militar y a mis amigos que se han convertido en familia, por alentar y sostener mi llamada a la vida sacerdotal, en medio de ustedes he sentido el calor de toda la comunidad para poder decir a Dios y a la Iglesia. Escucho en éste momento la voz de Dios en mi corazón que me dice
Pedimos a Santa María de Guadalupe la Madre del amor hermoso y Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas, que tome de su mano a ésta Comunidad del Ejército de tierra, de mar y de aire, y los presente ante el General de Generales, Almirante de Almirantes, el Primerísimo Dios nuestro Padre para que los bendiga y a nosotros que la Virgen Santa, nos cubra con su divino manto lleno de amor, para que, haciendo el bien sin mirar a quien, un día podamos alcanzar la vida eterna, vida eterna que hoy pedimos para todos nuestros difuntos.
Capellanía Militar: “hombres y mujeres de fe al servicio de la Patria”.
Muchas gracias.
Muy queridos hermanos y hermanas, recibimos con grande gozo, con grande alegría, a la comunidad de la Pastoral Militar. A los peregrinos de nuestro querido Ejercito Mexicano de tierra, de mar y de aire, a sus familias y derechohabientes, a cada uno de los capellanes militares, al P. José Fernando Tirado Becerril, Secretario Ejecutivo de la Dimensión Fuerzas Armadas y de una manera particular al Excelentísimo Sr. Don Miguel Ángel Alba Díaz, Obispo de la Paz y responsable Magnifico de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM y amigo.
La Constitución Spirituali militum curae nos recuerda que: “Las Fuerzas Armadas existen para la seguridad y libertad de los pueblos”, es decir para la búsqueda de la paz, entendiendo que Cristo es la paz verdadera.
S.S. el Papa Francisco ha exhortado a los capellanes militares a: “Acompañar espiritualmente a los miembros de las Fuerzas Armadas” Por eso se han reunido de manera especial hoy en la Casita de Nuestra Madre Santa María de Guadalupe, “hombres y mujeres de fe, al servicio de la patria” con sus capellanes militares y con su obispo responsable, para unirse a la petición del Papa: “Los capellanes deben rezar. Sin oración no se puede hacer todo lo que la humanidad, la Iglesia y Dios nos pide en este momento”. “Pregúntenselo a sus capellanes, pregúntenselo a sí mismos: ¿cuánto tiempo al día doy a la oración? La respuesta hará bien a todos”
En esta XIV Jornada de Pastoral Militar tenemos muy presentes las palabras de Santa María de Guadalupe a San Juan Diego: “Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre? Y es Nuestra Madre Santísima de Guadalupe, la Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas la que intercede por todos ante su Hijo Nuestro Señor Jesucristo. A Nombre del Emmo. Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, del Sr. Rector de la Basílica Mons. Enrique Glennie, del Venerable Cabildo Colegial de Guadalupe y a nombre propio como Capellán de Coro del Santuario y II Sacristán Mayor, sean todos bienvenidos a esta Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, Casita de Nuestra Dulce y Santa Madre, Santa María de Guadalupe.
Domingo VII del Tiempo Ordinario 19 de febrero de 2017
Homilía pronunciada por del Sr. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva,
II Sacristán Mayor INBG
Familia Militar
Las palabras de Dios a Moisés en la primera lectura: “Sean santos, porque Yo el Señor soy Santo”, nos recuerdan que esa tiene que ser nuestra vida y que la santidad requiere esfuerzo constante, la santidad como amor que está activo en nosotros, nos capacita para vivir de una manera nueva.
La santidad es un cambio total de corazón en nuestra relación con los demás, la santidad se vuelve creíble cuando vivimos en el amor.
El libro de Levítico nos invita a perdonar y amar a nuestro prójimo. En el evangelio Jesús en el Sermón de la Montaña va aún más lejos: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen.
¿Cómo puedo hablar de perdón a una persona que le asesinaron a un ser querido, le robaron, le difamaron, le golpearon?
La manera de vivir que Jesús nos propone no es fácil, perdonar es algo casi humanamente imposible de lograr, Jesús en el patíbulo de la cruz nos enseña a perdonar, “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cuando en A.T. se decía “ojo por ojo y diente por diente” – que dicho sea de paso, ya ponía límites a la venganza- ; pero ahora Jesus nos dice: “No devolver mal por mal”, es necesario perdonar, no sólo porque es una característica del cristiano, porque si no lo hacemos no se purifica nuestra mente y nuestro corazón del odio y del rencor, hasta que no perdonas no vuelves encontrar la paz.
Una forma para perdonar la ofensa, es suscitar sentimientos de consmiseración hacia el criminal, pues el mal daña mucho más al que comete que al que padece. Quien se condena es el malvado no el inocente, perdonar no significa dejar de sentir dolor, esto sería ir contra nuestra naturaleza.
Perdonar significa no regodear mi mente y mi corazón con malos pensamientos contra la otra persona, significa renunciar a alimentar la ira y la venganza. Significa reconocer que Dios nos libró de cometer un delito porque también nosotros somos débiles. ¿A caso nos podemos considerar mejor que los demás o exentos de caer?.
El mejor consejo para perdonar es contemplar a Cristo crucificado y darme cuenta que también nosotros hemos pecado y que necesitamos ser rescatados, el contemplarlo y experimentar que Dios nos ha salvado en Cristo.
Comprender aceptar perdonar
San Juan Diego es un ejemplo de perdón y de amor.
Hoy agradecemos a Dios por el gran Don de nuestro Ejército Mexicano de tierra, de aire y de mar por ese amor a Dios en el prójimo en la patria, gracias por el plan DNIII- E de ayuda a la población civil en desgracia, gracias por las ceremonias cívicas-militares, gracias por la defensa de la soberanía y paz nacional de nuestra país, que siempre han resguardado con amor lealtad y patriotismo hasta derramar cuando ha sido preciso la propia sangre. Gracias a las esposas y esposos, a los hijos, a los papás, por haber donado al ser querido para el servicio en el Ejercito Mexicano. Que Santa María de Guadalupe Reina del Ejército Mexicano proteja a esta gran familia militar.
Homilía pronunciada por el Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, II Capellán Mayor de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, en la Peregrinación de la Secretaría de Marina
13 de noviembre de 2015
Muy queridos hermanos y hermanas fieles laicos de Cristo Jesús , saludo con afecto y con respeto a los familiares coma amigos y conocidos de los miembros de la Armada de México coma de manera muy particular saludo a cada uno de los hombres y las mujeres miembros de la Armada de México en activo y retirados; un saludo especial dirijo al Almirante Secretario de Marina Vidal Francisco Soberán Sanz, a su distinguida esposa y a su familia.
La primera lectura tomada del libro de la sabiduría nos narra que las personas de ese tiempo tenían una religión naturalista, ya que al contemplar el cosmos obra admirable, se dedicaban a adorarlo, pero sin reconocer a Dios a través de la naturaleza creada por él.
Ustedes hombres mujeres de la Secretaría de Marina coma de manera especial los que han surcado los mares coma quizás en el buque escuela Cuauhtémoc atravesando 16 puertos de 3 países, con 220 tripulantes a bordo coma entre hombres y mujeres; -ya que Dios creó al hombre y a la mujer para complementariedad y no para la competitividad, pues el hombre es completo frente a la mujer y las mujeres completa frente al hombre con la misma dignidad de personas-; y al igual que las personas de la primera lectura al contemplar desde la nave el cosmos ya sea por la mañana coma en la tarde o en la noche coma también experimentan la grandeza y la pequeñez; Pero ustedes no se han quedado como las personas del Antiguo Testamento en un mero reconocimiento al cosmos han pasado un reconocimiento a Dios coma que es creador de todo lo creado. Hola por eso están ustedes hoy aquí en la insigne y nacional basílica de Guadalupe ejerciendo su derecho a la libertad de creer, porque en un estado laico es aquel que respeta el derecho a la libertad a creer de todas las personas, a creer en lo que ellos quieran siempre y cuando no afecten a nadie, y éste derecho lo debe promover y velar por él mismo.
Fue el año de 1531 cuando Santa María de Guadalupe aparece como la gran reconciliadora entre la raza indígena y la española, cuando todo era sangre, obscuridad y tiniebla y muerte; aparece Guadalupe, para decirnos que no hacen falta más sacrificios al sol a la luna al agua coma que no es necesario tener ídolos obra de las manos de los hombres que su hijo nuestro Señor Jesucristo es el único sacrificio agradable al padre y que ya no hacen falta más sacrificios.
Por su parte el en el en el Evangelio Lucas, nos anuncia que el Reino de Dios es imprevisible y compara su venida el diluvio en tiempos de Noé, y el castigo de Sodoma la lectura del Evangelio habla del diluvio y no fue a propósito por la peregrinación de la Secretaría de Marina ambos ejemplos nos ponen de frente a que las personas de este tipo estaban ocupadas en su comidas fiestas coma en sus proyectos no estaban preparados, cuando se habla “dónde hay un cadáver se juntan los buitres si quiere dar a entender en cualquier sitio donde estamos allí será el encuentro definitivo pon el juicio de Dios.
Hermanos, hermanas la Armada de México, el próximo 23 de noviembre estarán celebrando su día, cómo no reconocer a los hombres y mujeres de fe al servicio de la patria que con honor, lealtad y patriotismo han defendido, y siguen defendiendo ahora nuestra soberanía y paz nacional, de manera especial en nuestros litorales; para los que han caído en el cumplimiento de sus deberes defendiendo a la patria el señor les conceda el descanso eterno.
Gracias por su entrega generosa a México, de manera especial llevando a cabo el Plan Marina, ayudando a la población civil en desgracia, gracias por su servicio, pero por el servicio que dan con alegría, pues no basta solo servir, sino servir con alegría; un acto bueno de filantropía se sublima cuando lo realizamos en nombre de Cristo a favor del más necesitado. El canje de armas coma ha sido una buena estrategia para sacar de nuestros hogares mexicanos, armas que pueden ser causa de accidentes fatales que nuestras familias.
Nos sentimos orgullosos de nuestros estudiantes de nuestros planteles de Educación Naval, de nuestros cadetes, hombres y mujeres jóvenes, que dejan su casa, su familia, para seguir la carrera del servicio a la patria. Gracias por los desfiles militares y ceremonias cívicas.
Las esposas y esposos de los miembros de la Marina, saben que colaboran en esta noble vocación, pues muchas veces el miembro del Instituto Armado no está encasa por cumplir con sus obligaciones castrenses, y el hombre o la mujer tienen que hacer cabeza en el hogar frente a la familia. Los hijos e hijas de los miembros de las Fuerzas armadas, nos sentimos orgullosos de nuestros padres y madres, ya que sabemos que sus ausencias a causa de su trabajo, redundan en un México mejor.
Honor, lealtad y patriotismo, distinguen a los miembros de la Armada de México, ese honor debe iniciar desde la célula básica de la sociedad que es la familia; honor, lealtad a la esposa o al esposo, a los hijos, a la familia, a la patria.
Que la llegada del Señor no nos encuentre desprevenidos, que día con día el “servir a Dios en el prójimo en la patria” sea la forma de estar preparados, que las buenas acciones, que la vida integra entre el quehacer castrense y la vida personal, sea la forma de estar preparados, que la llegada del Señor no nos sorprenda ocupados en proyectos de este mundo, que esta Familia Naval que es apoyo para muchos hermanos, de manera particular de quienes sufren, encuentren su fortaleza en el Dios Creador que ha revestido al mundo de belleza.
Pedimos al Almirante de Almirantes, Dios Nuestro Padre coma que por intercesión de Santa María de Guadalupe coma la Reina de las Fuerzas Armadas, proteja a los “hombres y mujeres de fe al servicio de la patria”, a la Armada de México, a sus familias y derechohabientes.
¡VIVA CRISTO REY!
¡VIVA SANTA MARÍA DE GUADALUPE!
¡VIVA LA ARMADA DE MÉXICO!
Homilía pronunciada por el Sr. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva con motivo de la peregrinación de la Familia de Fuerzas Armadas a la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe.
Jueves 4 de diciembre de 2014.
“No todo el que me dice: Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos”.
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos de Cristo Jesús, me dirijo con afecto y con respeto a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos de la tercera edad nuestros queridos ancianos. De manera particular saludo a los miembros de las Fuerzas Armadas de nuestro país, en activo y retirados a sus familias y derechohabientes que hoy han peregrinado a la casa de nuestra Madre Santa María de Guadalupe, Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas.
Tener una ciudad fuerte, asentada sobre roca, inexpugnable para el enemigo, era una de las condiciones más importantes en la antigüedad para sentirse seguros, así nos lo ha presentado el profeta Isaías, sus murallas y torreones, sus puertas bien guardadas, eran garantía de paz y de victoria.
Hoy también nosotros reconocemos que nuestra patria, gracias a los miembros de las Fuerzas Armadas, se encuentra resguardada por hombres y mujeres, que con honor, lealtad y patriotismo, han defendido y siguen defendiendo ahora nuestra soberanía y paz nacional, pedimos a Dios que a los miembros del Instituto Armado que fallecieron en el cumplimiento de sus obligaciones castrenses, defendiendo a nuestra patria, el Señor les conceda el eterno descanso.
Jesús en el evangelio de San Mateo nos asegura: “Que aquél que no sólo oye la Palabra sino que la pone por obra” es el hombre prudente que edifica su casa sobre roca.
Cómo no reconocer y agradecer a los “hombres y mujeres de fe al servicio de la patria”, por su entrega generosa al pueblo de México, de manera especial cuando llevando a cabo el Plan DN3-E y el Plan Marina, cuando ayudan a la población civil en desgracia, a causa de desastres naturales. Agradecemos por su servicio, pero de manera especial por el servicio que dan con alegría, pues no basta sólo servir, si no servir con alegría, un acto bueno de filantropía se sublima cuando lo realizamos en nombre de Cristo a favor del más necesitado.
En la ayuda que sin interés los miembros del Instituto Armado prestan a la población Civil en desgracia, se hace presente la mano de Dios. Es común escuchar a las personas diciendo: “ya llegó el ejército, ya estamos seguros”. Cómo no hablar de las cocinas comunitarias que se instalan para dar de comer en los albergues a los afectados. Del personal de sanidad militar, que da atención médica a los más necesitados en los momentos de adversidad.
En su momento, el canje de armas por despensas, ha sido una buena estrategia para sacar de los hogares mexicanos, armas que pueden ser causa, quizás de accidentes fatales en nuestras familias.
Que honra nos da escuchar: “es un médico militar el que me va atender”, “estás en buenas manos”. Cómo no sentirnos orgullosos de nuestros estudiantes; de los planteles de educación militar, naval y aérea, de nuestros cadetes, hombres y mujeres jóvenes, que dejan su casa, su familia, para seguir la carrera del servicio militar, en ocasiones siguiendo el ejemplo de los mayores y han decidido “servir al prójimo en la patria”. Gracias por los desfiles militares y ceremonias cívicas. Gracias por ciento un años de lealtad institucional.
Los esposos y esposas de los miembros del Instituto Armado, siempre atentos al servicio de su cónyuge, de sus hijos; atendiendo desde: una casa limpia, comida caliente, hijos educados, uniformes y ropa limpia y planchada; haciendo cabeza en donde la figura de manera especial del papá se encuentra ausente por cumplir con sus obligaciones militares.
Los hijos e hijas de los miembros de las fuerzas Armadas nos sentimos orgullosos de nuestros padres y madres, porque sabemos que sus ausencias a causa de su trabajo, redundan en un México mejor.
Hermanos y hermanas Jesús es claro en el evangelio: “No sólo el que me dice Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos”, sino aquél que oye la Palabra y la pone en práctica. Los miembros del Instituto Armado se esfuerzan día con día en “servir a Dios en el prójimo en la patria”; con sus buenas acciones, con su vida integra entre el quehacer castrense y la vida personal, el hombre y la mujer de las Fuerzas Armadas, se van configurando a aquél que construye su casa sobre roca, sobre la roca que es Cristo. Que esta familia militar que es apoyo para sus hermanos, particularmente para quienes sufren, encuentre su fortaleza en Cristo, nuestro Señor. Que todos los fieles que hoy peregrinamos a los pies de nuestra Santa Madre, vivamos unidos íntimamente a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Pedimos al General de generales, al Almirante de almirantes, Dios nuestro Padre, que por intercesión de Santa María de Guadalupe, la Reina de las Fuerzas Armadas, proteja a los “hombres y mujeres de fe al servicio de la Patria”, a sus familias y derechohabientes.
Pronunciado por el Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, en la Universidad Anáhuac México Norte. Pastoral Castrense de la Arquidiócesis Primada de México.
26 de septiembre de 2013.
Queridos hermanos en el sacerdocio. Mtra. Nora Ricalde Alarcón, directora de la Facultad de Humanidades, Dr. José Antonio Núñez Ochoa, Dra. Ma. Luisa Aspe Armella, Mtro. Alfonso Muñoz Flores. Profesores, alumnos de las distintas universidades que hoy nos acompañan. Queridos hermanos en la fe, de la familia militar y naval, y de la familia civil.
La palabra de Dios que hemos escuchado refiere a la circunstancia fundamental en la vida del cristiano: la fe. Yo quiero centrarme, en esta ocasión en el Santo Evangelio, en la figura del oficial romano, cuya fe constituye para la Iglesia un ejemplo en el itinerario de la fe.
La condición humana. Una persona honrada, comprensiva, bondadosa siempre se destaca en la convivencia con los demás. Ser “humanamente bueno” es un ideal que puede llevarnos la vida entera: se trata de un ejercicio constante de atención y servicio a los demás.
La ayuda social es, por supuesto otra virtud humana que exalta los más altos valores del individuo, más aún cuando ésta es desinteresada. Los lugareños de aquella región donde servía el militar romano del Evangelio, reconocían que era una buena persona, que incluso había construido una sinagoga en favor del pueblo, que en verdad merecía que Jesús le concediera su petición. Y es que este nuevo gesto humanista: amar a su criado y preocuparse por su vida le lleva a dar un salto sustancial: del humanismo a la fe.
La fe del militar romano inicia en las circunstancias humanas: órdenes son órdenes, quien tiene la autoridad manda y debe obedecerse.
Sin embargo, no hablamos de religiosidad todavía, pues la religión refiere a un vínculo entre Dios y el hombre, pero sí pensamos en un humanismo que abre nuestro corazón a Dios.
La religiosidad. La humildad que este hombre tiene para dirigirse a Jesús, verdad y vida, es el preámbulo de la fe.
La apertura a la verdad consiste en reconocer una realidad frente a Dios: como creatura, el hombre se abre a la dependencia y a la libertad. En tanto creatura, hay dependencia, nada le es propio; pero Dios se digna venir y habla a una voluntad libre para invitarla a ser colaborador suyo. No se piden méritos, pero sí se debe aceptar donación gratuita.
Este hombre de armas es religioso aún sin darse cuenta: confiesa su indignidad, tiene fe en el poder de Jesús y confía en su bondad: “di una sola palabra”. Esta es una fe sin condiciones ni reparos en el poder de Dios manifestado por Jesús: el poder que él mismo tiene sobre sus subordinados lo tiene Jesús sobre las enfermedades.
Entonces podemos preguntarnos: ¿quién es el hombre de fe? Quien toma a Dios en serio y se reconoce frente a Él como alguien necesitado que espera todo, como un don.
Dios viene a nosotros aunque nos creamos indignos y puede curarnos. Y puede suceder que también se admire y pronuncie un elogio sobre nuestra fe.
Ejemplaridad. Con el elogio de su fe, Jesús pone a este hombre como un modelo a imitar y la Iglesia lo reconoce así, repitiendo antes de la comunión la profesión de fe humilde con sus mismas palabras: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
En cualquier celebración de culto podríamos preguntarnos: ¿Por qué nos hemos reunido para Celebrar la Misa? ¿Por qué nos privamos de muchas cosas para ofrecer un donativo en favor de los necesitados? ¿Por qué renunciamos al tiempo libre para comprometernos en la catequesis a los hermanos, o la visita a los enfermos y encarcelados, o para realizar una lectura o cantar los salmos? Toda respuesta que podamos dar, es una respuesta de fe.
La Liturgia de la Palabra, el Santo Evangelio, nos enseña que la fe es un don, y es a la vez, una realidad que debemos acrecentar:
La primera condición inherente a la fe es oír a Jesús. El centurión, este soldado romano, no pertenece al pueblo de la fe y las promesas, pero ha oído hablar de Jesús, primer paso para llegar a una fe explícita. Es probable que nosotros hayamos oído de Jesús desde pequeños y quizá hemos llegado a la misma conclusión que el oficial romano: Jesús puede dar seguridad a mi existencia. Si ese sentimiento es más de inercia que de razonamiento y convicción personal, queda mucho por hacer, hasta lograr que nuestro vínculo con Jesús repercuta profundamente en nuestra vida.
La segunda condición, es el encuentro con Jesús. En ese encuentro, el oficial romano se reconoce pequeño e indigno. Esta condición, que nos hace sensibles ante una realidad trascendente, la realidad de Dios, es fundamental en nuestra relación de creaturas con su Creador. El grave pecado de nuestro tiempo es la soberbia de creer que todo lo podemos, que no necesitamos de Dios.
Hablamos, hoy, sustancialmente, del encuentro personal del hombre con Dios, donde experimentamos los contrastes entre inmanencia y trascendencia, santidad e imperfección. Es precisamente por ser débiles que necesitamos ayuda y Dios quiere ayudarnos. Esta disposición a ser ayudado por Dios, es otro preámbulo de la fe y al mismo tiempo una exigencia.
De esta manera, todos los hombres y mujeres, estamos llamados a creer en un ser supremo, aun cuando descubramos en el propio yo partes débiles y zonas espiritualmente desiertas, dudas, cobardía, cansancio. Porque en verdad nadie es digno, pero Dios tiene palabras que pueden sanar.
Reflexión realizada a partir del libro “En medio de la asamblea” (Homilías A – B – C) de Guillermo Gutiérrez, Ed. Verbo divino, Estella (Navarra), 1992.